Se acabó

Durante esos últimos años Rafael pensó en la exasperante sequía de amor que siempre lo ceñía. Recordó a Verónica, la chica de cabello muy lacio que destruyó sus ilusiones una tarde de verano. Recordó a Soledad, aquella de las manos pequeñas, que lo miraba desde lejos ignorando su constante llamado. Recordó a Katherine, la de los ojos sin color definido, que le dio la esperanza más grande que tuvo y que después, igual que las otras, se fue llevándose todo lo que tenía, hasta un pedazo de su alma triste. Las recordaba porque intentaba encontrar un vínculo que las relacione y le dieran la respuesta que ahora lo cierne, en este instante, de camino a su hogar.

Se acabó. Elena se fue, y Rafael perdió su hermosísima mirada, la magia de su cercanía, el candor de su sonrisa. No pudo conservar nada. Otra vez se robaron una parte de su ser.

-¡Elena, deja por lo menos la amistad, que todo sea como antes!

Se acabó. Nadie lo escucha. La gente en el bus está adormilada por el cansancio que causa la necesidad. No lo ven, ni siquiera se dan cuenta de su intranquilidad, o de su mirada estragada o de su patética mirada.

-Elena, perdí tu amistad. Perdóname.

Se acabó. El eco de su voz se perdía en la pequeña muchedumbre.

La atracción a veces no piensa. Es muy imprudente. Con Elena y Rafael lo fue.

Ninguno quería aceptarlo, pero ambos se amaban un poco.

La última vez que hablaron, ninguno admitió eso. Y ahora él sufre y ella se lamenta.

Hay que aprender a vivir. La vida está presta a romper ilusiones. Y Rafael aún no se ha acostumbrado.


(1998 - RyM N°12 Dic 1998)

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