Mi mundo

A mi mundo lo percibo extraño, inefable, contradictorio. Y eso me lleva a preguntar: ¿No cabría la posibilidad de que yo sea parte de la imaginación de alguien, del sueño de alguna persona superior? Escruto eso en abrumadora demasía. Si esto es así, digo: si soy creación de alguien, entonces todo lo que veo y todo lo que me sucede es irreal, no es palpable. Los alumnos de esta facultad incluyendo a mis amigos, mi familia, mis recuerdos, los exámenes de admisión que di, mi pasión por la camiseta cerúlea y nacarada, mis viajes, tú, serían el pensamiento de un ente. ¿Y si todo lo que existe en mi mundo existe a la vez en la vida de aquel ente, solo que éste lo colocó conmigo? Entonces, en cierto sentido viviría la vida de mi creador. ¿Y yo mismo? Tal vez no sea solo una simple idea, sino el reflejo de un ser real -del mundo del creador- que vive y se desenvuelve a voluntad, mientras yo estoy aquí sin nada de libertad: parte de ella propiedad de mi hacedor y lo restante robado por un ser -tú, otra vez- ante quien no tengo defensas. La verdad, injusto. ¿Y si soy reflejo de lo que el que me formó tiene en su alma? Entonces sería imagen del que me concibió. Una imagen desvalida, indefensa, que no refleja la grandeza de lo que realmente es. Esa ella utópica no sería más que la imaginación de la imaginación, y sería aún más difusa que yo. Pero soy consciente de lo que soy. ¿Para qué fui forjado, entonces? ¿Mi mundo y yo somos parte de algo, de algún plan?

Tengo que recuperar la ecuanimidad. Volver en mí. La realidad que sea, no importa. Es mía, es sui generis y punto. Pero hay cosas que se van develando.


(1998 - RyM N°6 1998)

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