Paciencia

Debo admitir lo evidente. Los corazones esbozados en la fría calzada de este centro de Lima, la divertida pareja de foráneos que pasa al frente de nosotros, la tristeza emblemática de algunos compañeros de ruta presentes esta noche, hacen que me rinda y exclame, sin pudor: ¿Dónde están los corazones que aquí faltan?

Lima los esconde en alguna parte. Hoy puedo decir que tengo una esperanza: el corazón que me toca existe, y lo esperaré con la paciencia de esta humilde gente que hace sus arreglos en los suelos de la Plaza Mayor, para así alabar a sus divinidades. Con esa amable paciencia.

17101998

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