El constructor de amaneceres

Lo que más deseaba en la vida
era construir un amanecer.

Lo había intentado siempre.
Hace unos años
la luminosidad de mi vida se marchó
casi sin decir nada
y a partir de allí caí
una y otra vez
en los agujeros, en las trampas
que la vida pone delante.
Un día clamé al cielo rogando
por algo de luz
una antorcha en el camino
un brillante sol
pero la Divinidad no me dio nada.

Quise fabricar un amanecer
pero vivía en un planeta
que no rotaba
que no tenía energía para dar
a todas sus partes día y noche.
(y yo, claro está
moraba en el lado oscuro).
Fue inútil.
Para esto, hace falta la fuerza de dos,
no de uno.
Con dos, ese planeta giraría
con la energía de todos los universos
con la energía del Dios infinito.

Llegaron especiales novas,
estrellas efímeras,
esporádicas lunas llenas,
largos y lejanos cometas,
pero todo fue en vano; nada como
el amanecer
¿Llegará algún día? ¿Será ella?
¿Cómo percibir su mirada
si mis ojos están solo acostumbrados a la oscuridad?
Podría ella ver otro océano, estar en otro país
o hablar otro idioma
comunicándonos solo
con frías letras.

Nada de eso importaría si ella trae el amanecer
y con él, el único amor: el suyo.

(30/03/1999 - RyM N°16 Oct 1999)

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