Nueva Jerusalén

Javier Prado, siempre has sido la espera. En los ochentas con las bombas, ahora porque ya no puedes dar más de ti. Hoy aguardo al bus naranja, puente a otros mundos, alfombra destartalada de la infancia, que recorre los mismos caminos que hace cuarenta años aunque yo voy por los míos, cansado, rumbo a estrellarme en cualquier curva. Tus parlantes, bus, tan altos, tanto ruido, música para todos, para esa embajada que ni era soñada en esos tiempos; el tenor lo atraviesa todo, vibran nuestras vísceras, todo trae, todo se lleva, nos hace olvidar la pobreza, el invierno sin frazadas, el arroz con huevo frito, cada día, el pan seco, el te sin azúcar, el cuarto oscuro con diez gentes. Y claro, la esperanza, porque tal vez un día, incierto, vendría del cielo, de la luna o de Plutón, quien sabe, la nueva Jerusalén, con sus calles de oro y justicia plena para todos, incluso los niños forzados a mendigar lo que les caiga en cualquier esquina de Lima, que sueñan con dormir calientes y con la panza llena todos los días.

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