La lluvia

Una noche me despertó un sonido extraño, como si mil dedos tocasen incesantes el techo sobre mí. Me desubiqué terriblemente por un momento porque creí que estaba en la casa de mis tíos en el Cusco o con un televisor prendido con la escena de alguna película (aparato que nunca existió en mi dormitorio). Eran las tres de la mañana y era eso, ¡mi sueño! Salí del dormitorio y encontré a toda mi familia despierta, excepto mi hermana menor Génesis, viendo totalmente alucinados la calle, las casas, el jardín, los perros empapados, la piscina bombardeada. ¡Era la lluvia, tal cual existe en tantos lugares, menos en el mío! Fue un momento mágico que por dos horas lo copó todo.
Era 1998, y fue cortesía del fenómeno de El Niño.
Cuando terminó todo fue como ser sacudido a la realidad, como cuando despiertas con una sensación de desazón porque eres conciente de que nunca más volverás a soñar lo mismo. A la larga fue cierto: ocho años después Gabriel partiría dejando a la familia incompleta y ocho meses después de esa tragedia la casa se vendió a unos comerciantes del centro del país. El sueño de la lluvia desde la ventana del segundo piso quedó, tras eso, destinado al recuerdo, nada más que eso. Un recuerdo transformado en un cuadro, imposible de pagar en cualquier subasta, imposible de regalar o de prestar, porque allí estábamos todos todavía completos en nuestro lugar.
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Saludos.