Gris

Lima acompaña con su gris furioso, sincronizada, solidaria, en este día de falsa primavera. Porque gris es el color de la cicatriz del alma, de las distancias insalvables y de los clamores viscerales. Gris se hace la vida y tras el gris del cielo la divinidad puede esconderse. Gris es el echar de menos. Grises son los recuerdos felices en la casa paterna. Gris es la vorágine de los últimos días que se resistían a creer que eran justo eso: tristes postrimerías. Como lo es un arco íris, señal de una afirmación de Dios, este gris de mi cielo es como la firma de un texto que dice, que grita desesperado, que nunca más las cosas serán las mismas, que hay un antes y un después; que se te recuerda igual o más, tras los años transcurridos. 

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