Soy como ustedes


Con tus padres sueles identificarte profundamente, y actúas en base a su influencia. A veces, los imitas, o también puedes buscar el contraste.

Mi caso es el segundo.

La adolescencia, cruel y feroz, me mostró que el calmo mundo que el colegio me mostraba en mi infancia era temporal. Hasta primero de secundaria las paredes descuidadas y pobres del colegio eran refugio agradable; en segundo de secundaria, los mismos muros se transformaron en infierno. No sabía cómo actuar, tenía un hambre de afecto que podía equivaler a todas las personas de Lima. Qué idiotas podemos ser cuando somos adolescentes. El despertar a la vida real, que fue como chocar contra una pared, me hizo ver con otros ojos a todo. También a mis padres

Ellos me aplastaban, la interacción era sangrante por una u otra razón. Sea lo hiriente que podía ser mi madre con sus comentarios, o los intentos de mi padre por darme una educación sexual, o mostrarme qué era lo que se debía hacer. No sabía qué hacer. Me ahogaba.

En algún momento, busqué el contraste, ser distinto a ellos. Y el cristianismo me dio muchas armas para ello. Hacerme cristiano practicante era, de una u otra manera, mostrarme diferente a ellos. Ser estricto en la fe fue hacer evidente mi superioridad y mi diferencia. Esforzarme en normas de comportamiento que ellos no seguían afianzaba -según yo- mi personalidad. Adentrarme en el mundo académico fue también el esfuerzo por la diferencia. Caramba, qué intensidad le puse a demostrar a los demás -y a mí mismo- que no era como ellos, que nada me unía al alma de los dos, que los lazos no eran más que biológicos.

Pero el tiempo es cruel y maestro paciente. Los años pasan, el tiempo se acorta, y la vida te pone en circunstancias que jamás pensaste vivir. Haces cosas que nunca pensaste hacer, evalúas cosas que años atrás jamás hubieran pasado por la mente. Caminas sus caminos y comprendes ciertas cosas. Al ser consciente de las zonas oscuras de la personalidad te das cuenta que, de haber estado en las circunstancias que a ellos les tocó vivir, hubiera hecho lo mismo. Quizá no todo, es verdad, pero sí muchas de las cosas que hicieron. Uno percibe las presiones que vivieron, las cosas que los abrumaron, y los acabas entendiendo de una u otra forma.

Y si hubiera hecho lo mismo, mi esfuerzo por la diferencia se hace inútil. A la fuerza, debo reconocer que su influencia en mí está allí, que me criaron de cierta manera y que llevo conmigo muchas cosas inculcadas de manera intencionada u otras que las transmitieron sin querer. Allí están, para ser aceptadas, como es lo sano. Muchas cosas de lo que soy viene de ellos. Allí están, muy claras.

Con las diferencias naturales de mi propia personalidad, debo decir que vengo de ellos, y esa marca está en mi. Su construcción se evidencia. Por lo tanto, renuncio a luchar por el contraste porque es una pelea sin sentido. Acepto esa parte de mí como valiosa, como íntima, como mía.

Comentarios

Liliana C. LL. ha dicho que…
Estimado Abel,
Creo que todos en algún momento pasamos o estamos pasando lo que tu pasaste, ser diferente!
Buscamos sin cansancio ese algo diferente, pero al final nos damos cuenta que somos como ellos de alguna manera...
Bien por ti, por aceptar al final esa parte tuya, pero algunos continuamos en esa lucha!
Abel ha dicho que…
Somos, con frecuencia, más parecidos a ellos de lo que creemos. De chicos es inquietante; de grande ya lo aceptas un poco mejor. Pero igual, no es fácil.

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